A veces tenemos tanto que aprender
de aquellos que nos han dañado, tanto que aprender de aquéllos
que consideramos nuestros enemigos y en verdad no lo son, a veces tenemos
tanto para decirles y qué terrible sería no hacerlo.
Por eso valoremos a aquellos que
se exponen, que se hacen cargo de su actitud, de aquellos que ponen el
cuerpo y piden perdón cuando se equivocan, con aquellos que se
prestan para escuchar lo que tenemos que decirles, hoy, en una sociedad
donde es más fácil esquivar la responsabilidad, donde es
más fácil evitar la historia, donde es más fácil
echarle la culpa al de afuera deslingándose de todo. Ante estas
personas lo que uno tiene que sentir es gratitud.
Tenemos que construir un presente
liberándonos del pasado, de aquello que en una situación
dada nos hizo daño y para esto hay que saltar algunos obstáculos
que la vida nos depara.
Se trata de aprender que esos obstáculos
no se pasan si antes no se produce un aprendizaje. Las cosas que nos suceden
están en nuestra vida para que aprendamos de ellas porque sino
aprendemos se volverán a repetir.
Los obstáculos que no se superan
producen enojos y broncas que se estacan en nosotros y no nos permiten
continuar de una manera sana con nuestra vida.
Cuando hablamos de un duelo, hablamos
de la sensación de pérdida de algo o de alguien en nuestra
vida, pero existen diferencias entre el dolor y el sufrimiento:
Porque el dolor es el tránsito
por un espacio que me genera una sensación de estar herido por
dentro. El sufrimiento es quedarse a vivir en ese lugar de dolor y no
poder salir de el. El dolor en si es saludable si consideramos que nos
permite ver que algo dentro nuestro nos está causando daño,
es una llamada de atención a la que tendremos que ir para poder
sanar.
La protesta difiere de lo que es
la queja. Siempre es saludable hablar sobre aquello que no nos gusta,
quejarse es instalarse de manera contínua en una protesta.
Poner límites difiere del
hecho de aislarse. Poner límites a alguien y decirle; "hasta
acá llegaste porque no me gusta lo que haces" difiere del
hecho de aislarme de todo y de todos porque no puedo o no se poner límites
para que no me sigan lastimando. Es como si uno dijera “bueno no
me enamoro mas de nadie porque la última vez que me enamore me
lastimaron”, de alguna manera me aíslo, me preservo de...
para que no me vuelva a suceder lo mismo.
La bronca como manifestación
de desagrado difiere del enojo.
Para dar un ejemplo es como si me
entrara una basura en el ojo, me enojo, me siento irritado, me siento
molesto, no veo con claridad nada, estoy fastidioso y muchas veces terminamos
enojandonos con quien no lo merece.
Entonces y solo entonces, habrá
que aprender a poner en palabras esa bronca y decir “Esto no me gusta”
porque si no lo hago seguramente esa bronca contenida se transformará
en enojo.
Decía Aristóteles:
“Enojarse es fácil, pero enojarse en la magnitud adecuada,
con la persona adecuada, en el momento adecuado eso es cosa de sabios”.
Muchas veces la bronca contendida
me lleva al enojo y ese enojo me genera angustia y cuesta manejarlo. Y
esto sucede porque en muchas ocasiones sentimos temor de decir lo que
nos pasa por miedo a que nos dejen de querer, de que nos dejen de aceptar,
de que el otro sea quien se enoje con nosotros. Muchas veces nos guardamos
dentro lo que queremos decir porque pensamos que si lo decimos tal vez
lastimemos al otro, cuando en verdad a quien nos lastimamos es a nosotros
mismos. A veces preferimos transitar el camino de enojarnos en silencio
en vez de hablar o explicar lo que sentimos, o bien aislarnos cuando en
realidad asi estamos pagando un precio que no queremos ni debemos pagar.
Cuando el enojo se instala, el enojo
guardado comienza a doler y nos conduce al rencor, y del rencor pasamos
al resentimiento el cual no tiene salida porque es como quedarse atrapado
en una situación de la que cuesta mucho poder salir.
Muchas veces guardamos resentimiento
contra alguien que ya no está presente en nuestra vida y nuestro
problema no está en el afuera, está dentro nuestro, con
todo aquello que el otro dejó instalado dentro mío, llamémosle,
palabras hirientes, actitudes que no podemos olvidar y la falta de todo
aquello que necesitábamos de esa persona. Lo importante entonces
no es su ausencia sino la presencia en mi vida de todo lo que me faltó
del otro, de aquello que la otra persona no pudo o no quiso darme.
El perdón se construye, se
aprende, uno aprende a perdonar, no nace solo, se construye en el día
a día hasta que llegue un punto en que no nos haga falta que venga
el otro a pedirnos perdón, simplemente se perdona construyendo
nuestra propia capacidad de perdonar, porque perdonar es liberador para
quien perdona no para quien recibe nuestro perdón.
Habrá entonces que sacar todo
afuera para que adentro nazcan cosas nuevas, como la confianza, el amor,
la compasión que me va a conducir al perdón para librarme
de todo aquello que me daña y poder seguir adelante.
"He dejado de ser para encontrarme,
buscando detrás de lo que otros esperan de mi".
"He dejado de ser
para buscarme, por debajo de lo que otros dicen que soy".
"He dejado de ser y me he encontrado,
olvidando temores cara a cara conmigo, transparente y desnudo".
"He dejado de ser para brindarme
sin pretensiones, ni competencias, sin miedos, ni apuros ni exigencias,
para compartir y entregarte esto que soy, sin que importe ya más
lo que he sido."