Creí que el cielo se caería sobre mí
aplastando mis ganas
de seguir fingiendo,
que la luz se apagaría
cegando mi esperanza de
seguirnos amando
y que mi corazón moriría poco a poco
marchitándose como una rosa en
la fase más cruda del invierno.
Los días pasaron.
Las melodías que sonaban quejumbrosas
pronto comenzaron a entremezclar sus notas.
El eco del silencio había dejado de
torturar mis noches.
La vida abría su puerta y sus ventanas
a aquellos momentos que nacían.
Amaneceres de esperanza,
cálidas sonrisas,
vagón de oportunidades.
Todo estaba en mí
y en las ganas que tenía
de seguir intentando.
El anhelo de querer una vida llena de risas.
Creeme que mi mente no se detuvo un segundo
sin dejar de pensarte.
Y aún así,
bien o mal,
todo este tiempo que pasé en soledad
sirvió
para saber que lo único
que debía importarme era
ser feliz
con o sin vos.
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